martes, 25 de septiembre de 2012

Primer viaje: Poznan


Una de las razones por las que un estudiante quiere irse de Erasmus, es por las oportunidades que te ofrece este programa para viajar.
En mi caso, el pasado fin de semana, lo dedicamos a visitar Poznan. Salimos a las ocho de la mañana de la estación central de Wroclaw. Viajar en un tren polaco, es toda una aventura. Te transporta a otra época. Sigues escuchando al hombre del silbato ordenar la salida, el traqueteo del tren… y las incomodidades de los trenes antiguos. Pero lo cierto, es que por el precio que pagamos por el billete, un estudiante no se puede quejar.
Sobre las doce llegamos a Poznan. Bajamos desde la estación andando hasta el Rynek. Allí, visitamos la oficina de turismo, nos hicimos con unos mapas de la ciudad y sus monumentos, comimos y descubrimos que nuestro Hostel se encontraba a la vuelta de la esquina.
Tras dejar las maletas, terminamos de visitar el Rynek, fuimos hasta la iglesia de San Estalisnao.  La iglesia, construida por los jesuitas, es una obra de arte barroca plagada de dorados y adornos. Pero antes de pasar a su interior, nos acercamos a lo que parecía un castillo. En la entrada, nos encontramos con un amigable arquitecto polaco jubilado, que nos contó la historia del catillo. Este, fue destruido durante la guerra y ahora, mediante donaciones y con la colaboración de empresas privadas lo estaban reconstruyendo. También nos contó la historia urbanística de la ciudad y nos comentó que se trataba de una colonización alemana perfecta ya que a diferencia de Wroclaw, Cracovia u otras ciudades polacas, el Rynek de Poznan contaba con 12 calles.
Tras una reconfortante siesta en el Rosemasy´s Hostel, seguimos visitando la ciudad. Contemplamos la zona de los teatros, con su centro dedicado a la ópera, el monumento a las víctimas de 1956 y el centro cultural Kaiserhaus de estilo neorrománico. Se erigió a principios del siglo XX, en su interior encontré una réplica de la fuente de los leones del patio de la Alhambra de Granada y asistimos a una extraña obra de teatro polaca. La obra, constaba de dos partes. La primera solo había tres tios, que se dieron el lote. En la segunda, dos señoras encerradas en una habitación que le entregaban su ropa a una mano. Por lo que me comentó mi amigo Oleg tras la obra, trataba sobre la libertad ( yo no entendí un pimiento).
Por la noche fuimos a una discoteca plagada de parejas polacas que superaban los treinta bailando efusivamente.
Al día siguiente, asistimos al espectáculo que el reloj del ayuntamiento ofrece a las doce. No es nada del otro mundo. Son dos cabras mecánicas que simulan luchar con sus cuernos, mientras un soldado toca la trompeta en lo que entendí como una llamada de oración o algo similar.
Después visitamos el cementerio de ciudadanos ilustres y el cementerio de los caídos en la II Guerra Mundial. Este último se encuentra en el parque de la ciudadela. En él hay diferentes partes. Una para los soldados de la URSS, otra para los británicos y finalmente una para los soldados polacos. También posee una pequeña colección de aviones, tanques y helicópteros con un pequeño museo con objetos de la contienda.
Por la tarde intentamos visitar un jardín botánico. Pero cuando llegamos acababa de cerrar.
Si una cosa he aprendido en este viaje, es las ganas que los polacos tienen por recuperar el patrimonio y la historia que la II Guerra Mundial destruyó. Es cierto que muchas de las reconstrucciones se comenzaron en la época comunista. Pero no fueron suficientes y en la actualidad continúan recuperando su pasado. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Llegada a Wroclaw de un Erasmus


A las 7: 40 despegó de la terminal dos del Aeropuerto Madrid-Barajas el avión de Luftansa con destino Munich. En él viajaba Alejandro. Su destino era la ciudad de Breslau o también conocida como Wroclaw.
Tan solo unos minutos antes del despegue Alejandro había dejado la pequeña localidad de Chinchón, había facturado la maleta (con algún problema que otro) y se había despedido de sus padres. En el vuelo durmió un rato, hasta que un fuerte olor a especias y conservantes le despertó. Fue entonces cuando vio a una azafata, de cara redonda y pelo rubio con el carrito y sin dirigir palabra le plantó un desayuno consistente en una especie de bacón- un tanto pálido- unos huevos revueltos, algo empanado - que no supo averiguar de que estaba hecho - y un zumito. Al rato, pasó un azafato con unas enormes gafas de pasta y le sirvió un refresco.
Sobre las 11 y media el vuelo se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Munich. Alejandro tenía menos de una hora para hacer la escala y coger un avión de la misma compañía que le llevara hasta la ciudad polaca de Wroclaw, donde iniciaría el programa Erasmus para el que había estado esperando todo el año.
Cuando el autobús del aeropuerto le recogió, junto con otras personas, llegó a una zona de aviones a hélice. De apariencia eran modernos, pero recordaban un poco a los que utilizaba Indiana Jones para recorrer el mundo de una lada al otro del mapa seguido por una flecha.
El vuelo fue agradable, le sirvieron una cerveza alemana, le dieron un bollo relleno de queso y pudo disfrutar de las vistas por la ventanilla hasta que aterrizó en el pequeño aeropuerto de Wroclaw.  Allí esperó y esperó hasta que todo el mundo obtuvo sus maletas y la incertidumbre se iba convirtiendo en certeza. No les había dado tiempo a cambiarlas de avión. El voluntario que había solicitado tampoco le esperaba en la zona de llegadas. Por lo que, tras poner la reclamación correspondiente tuvo que coger un taxi. Intentó preguntar (como recomendaban desde la web de la universidad que cuanto costaba para que no le engañaran), pero el taxista no debió de entenderle. Le dijo que montara, a la salida del aeropuerto paró, hizo una llamada telefónica y le indicó que se pusiera. Al otro lado de la línea había una señorita que hablaba en inglés y le decía que si tenía algún problema. El respondió que no, que solo quería ir a la residencia de University of Wroclasky. La amable señora – después de preguntarle que se tenía dinero – le indicó que tenía que pagar en efectivo. Y le dijo que todo estaba bien.
Mientras esto ocurría, el taxista recorría las calles de la ciudad, Alejandro podía ver una mezcla de edificios antiguos - que en otros tiempos fueron elegantes -  con otros del característico hormigón comunista y su poca preocupación por cuidar la estética urbanística.
Finalmente pudo divisar los edificios de Olowek y Kerdka. Pero sorprendentemente el taxista no se dirigió a ellos, se introdujo en un complejo con césped cuidado y edificios de moderna construcción que rezaba Wrowlasky Universitet. El taxista habló con unos señores de rasgos polacos y le indicó que bajara del coche que ya había llegado. Alejandro pensaba para sus adentros que el taxista se había confundido, porque solo a unos metros podía ver los grises edificios de Olower y Kredka, pero como él era el extranjero decidió hacer lo que Vicente (seguir a la gente). Le condujeron a una recepción, le dijeron que no hablaban inglés y él comenzó a enseñar papeles, hasta que le dijeron que tenía que coger un taxi e ir al centro; al edificio principal de la Universidad. Fue entonces cuando se le ocurrió la brillante idea de enseñar un pequeño papel, donde la noche anterior, a eso de las doce y media – mientras hablaba con su amigo Fidel- había anotado la dirección de la residencia. Fue entonces cuando cayeron todos del burro y descubrieron que lo que buscaba estaba detrás de sus oficinas.
Cinco minutos más tarde, Alejandro se encontraba enfrente de las dos torres, sin maleta, sin voluntario, pero con un gran optimismo. En realidad no le había costado tanto llegar hasta allí. En menos de media hora lo había logrado. Subió las escaleras y se dirigió al edificio de menor altura. Allí le dijeron que donde tenía que ir era al de al lado. En la recepción una polaca rechoncha, con cara amistosa estaba sentada a la espera en la recepción. Le pidió la documentación y comenzó a buscarle en unas listas. Tardó unos minutos porque pensaron que Ruiz no era un apellido, si no  un nombre. Por lo que se encontraba anotado en la P de París.
Antes de que le diera las llaves, intentó hacerla comprender que tenían que llegar a esa dirección unas maletas. Pero creo que la señora no lo comprendió muy bien. Por lo que, a la espera de encontrar a alguien que le pudiera ayudar, subió a ver lo que durante seis meses sería su hogar.

Abrió la puerta y se introdujo en un recibidor que daba paso a una cocina oscura, de gran apariencia comunista, vio que el baño tenía una apariencia peor (a pesar de su limpieza). Siguió observando todo con curiosidad hasta que llegó a la puerta de su dormitorio y tras abrir, encontró una habitación más acogedora y cálida.
En ese momento su estómago comenzó a rugir de hambre. En los armarios no había una triste sartén, un vaso, ni nada donde cocinar algo. Por eso dejó la residencia, fue a un centro cercano donde tras buscar entre Zara, Berska, Mango etc encontró una tienda donde comprar sartenes vasos y comida.
Por la tarde tuvo que regresar a comprar unas toallas y algo de ropa interior para poder ducharse. Al rato de regresar de estas tareas la puerta sonó, se oyeron voces y apareció Steffen acompañado de una guapa voluntaria polaca de ojos azules, pelo rubio y desbordante simpatía. Tras las presentaciones, ella les  explicó donde conseguir una tarjeta de teléfono móvil y cuestiones de primera necesidad y pudo solucionar el problema de recepción de las maletas.
Mas tarde conoció a Danniel con el que compartería dormitorio y por la noche, mientras iban a buscar a unas alemanas, al regreso vieron que había llegado el cuarto flatmate, Oleg, de Ucrania.
La noche terminó con unas cervezas, risas y presentaciones.
El domingo visitó el centro de la ciudad, comieron algo en un restaurante y al regreso solucionaron los papeles del alquiler.
Al día siguiente, el lunes, dio comienzo un el curso de polaco. La recepción estaba llena de estudiantes de todos los países. Aquello parecía una torre de Babel, con la única diferencia es que gracias al inglés la gente se podían entender. Al rato llegaron una voluntarias que les llevaron al edificio principal de la Universidad. La bienvenida fue espectacular. En la sala del Oratorium montaron un cáterin con canapés de todas clases, bollería variada, fruta, cafés, zumos, infusiones… Fue después del ágape cuando los llamaron y formaron los grupos de los que a partir de ese momento serán los compañeros del curso intensivo de polaco que trascurrirá a lo largo de dos semanas.

viernes, 7 de septiembre de 2012

¡ADIÓS ESPAÑA! ¡ HOLA POLONIA!

Faltan horas para dejar España, hacer una pequeña parada en Alemania ( el país de moda) llegar al aeropuerto de Wroclaw ( Polonia).

Hoy ha sido un día caluroso en Madrid y Chinchón. Tras mi trabajo en Natixis Lease, ha llegado la última de mama, las despedidas de amigos en la plaza de Chinchón y de la familia. En unas horas comienzo una aventura. No se lo que me depara el futuro, no se quien será mi compañero de habitación, no se si entenderé las clases. Pero tengo interés por descubrirlo.

¡Adiós España!¡ Hola Polonia! ¡ Hola Wroclaw! Chicos os echaré de menos. Me acordaré de toda la gente que me rodea, de los grupos y proyectos en los que participo.

Gracias por vuestro interés, las muestras de cariño y las despedidas. Me voy a dormir que hay que coger fuerzas.
La próxima comunicación será desde Wroclaw.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Cuenta a tras para un Erasmus en Wroclaw: Telefonía Móvil


Hoy, ya me encuentro a una semana de la llegada a Wroclaw. Los nervios afloran un pelín y cada vez que voy pensando como meter en la maleta todo lo que pretendo llevarme, me pongo a temblar. Pero a este último dilema ya me enfrenaré a partir el lunes.
Esta semana me he dedicado a preparar las comunicaciones con la madre patria y la familia. El Skype está listo en mi portátil. Espero que mis padres hagan las pruebas en el suyo. Pero como este sistema de video llamadas puede dar problemas, me he informado de la forma más económica de llamar por teléfono. Esto me ha servido también para descubrir sistemas de comunicación con la gente que estemos en Polonia de Erasmus.
Toda esta información la he obtenido de mi amiga Coral. Ella me ha estado dando algunos consejos telefónicos para mi Erasmus en Wroclaw.
El primer paso que tenemos que dar es hacernos con un móvil liberado. Por lo visto, lo podemos hacer en Fnac, The Phone House o en cualquier sitio. Lo podemos conseguir por unos 10 o 20€. Una vez realizada esta operación hay que esperar a llegar a Polonia. Allí, nos tenemos que hacer con una tarjeta SIM de alguna compañía prepago como LEBARA o LYCA . Son compañías con unas tarifas muy económicas para hacer llamadas al extranjero. En nuestro país es común ver a inmigrantes con tarjetas de estas compañías.
En algunos aeropuertos, me han comentado que hay máquinas como las de chocolatinas, botes y sanwiches donde las venden. No sé si será el caso del aeropuerto de Wroclaw.
He escrito esa entrada porque me resultó muy difícil encontrar información para resolver el tema telefónico.