Una de las razones por las que un
estudiante quiere irse de Erasmus, es por las oportunidades que te ofrece este
programa para viajar.
En mi caso, el pasado fin de
semana, lo dedicamos a visitar Poznan. Salimos a las ocho de la mañana de la
estación central de Wroclaw. Viajar en un tren polaco, es toda una aventura. Te
transporta a otra época. Sigues escuchando al hombre del silbato ordenar la
salida, el traqueteo del tren… y las incomodidades de los trenes antiguos. Pero
lo cierto, es que por el precio que pagamos por el billete, un estudiante no se
puede quejar.
Sobre las doce llegamos a Poznan.
Bajamos desde la estación andando hasta el Rynek. Allí, visitamos la oficina de
turismo, nos hicimos con unos mapas de la ciudad y sus monumentos, comimos y
descubrimos que nuestro Hostel se encontraba a la vuelta de la esquina.
Tras dejar las maletas,
terminamos de visitar el Rynek, fuimos hasta la iglesia de San Estalisnao. La iglesia, construida por los jesuitas, es
una obra de arte barroca plagada de dorados y adornos. Pero antes de pasar a su
interior, nos acercamos a lo que parecía un castillo. En la entrada, nos
encontramos con un amigable arquitecto polaco jubilado, que nos contó la
historia del catillo. Este, fue destruido durante la guerra y ahora, mediante
donaciones y con la colaboración de empresas privadas lo estaban
reconstruyendo. También nos contó la historia urbanística de la ciudad y nos
comentó que se trataba de una colonización alemana perfecta ya que a diferencia
de Wroclaw, Cracovia u otras ciudades polacas, el Rynek de Poznan contaba con
12 calles.
Tras una reconfortante siesta en
el Rosemasy´s Hostel, seguimos visitando la ciudad. Contemplamos la zona de los
teatros, con su centro dedicado a la ópera, el monumento a las víctimas de 1956
y el centro cultural Kaiserhaus de estilo neorrománico. Se erigió a principios
del siglo XX, en su interior encontré una réplica de la fuente de los leones
del patio de la Alhambra de Granada y asistimos a una extraña obra de teatro
polaca. La obra, constaba de dos partes. La primera solo había tres tios, que
se dieron el lote. En la segunda, dos señoras encerradas en una habitación que
le entregaban su ropa a una mano. Por lo que me comentó mi amigo Oleg tras la
obra, trataba sobre la libertad ( yo no entendí un pimiento).
Por la noche fuimos a una
discoteca plagada de parejas polacas que superaban los treinta bailando
efusivamente.
Al día siguiente, asistimos al
espectáculo que el reloj del ayuntamiento ofrece a las doce. No es nada del otro
mundo. Son dos cabras mecánicas que simulan luchar con sus cuernos, mientras un
soldado toca la trompeta en lo que entendí como una llamada de oración o algo
similar.
Después visitamos el cementerio
de ciudadanos ilustres y el cementerio de los caídos en la II Guerra Mundial.
Este último se encuentra en el parque de la ciudadela. En él hay diferentes
partes. Una para los soldados de la URSS, otra para los británicos y finalmente
una para los soldados polacos. También posee una pequeña colección de aviones,
tanques y helicópteros con un pequeño museo con objetos de la contienda.
Por la tarde intentamos visitar
un jardín botánico. Pero cuando llegamos acababa de cerrar.
Si una cosa he aprendido en este
viaje, es las ganas que los polacos tienen por recuperar el patrimonio y la
historia que la II Guerra Mundial destruyó. Es cierto que muchas de las
reconstrucciones se comenzaron en la época comunista. Pero no fueron
suficientes y en la actualidad continúan recuperando su pasado.